Gafas de lectura: Problemas

gafas de lectura

Las gafas de lectura se ofrecen directamente con las lentes graduadas ya montadas ( o integradas en la montura). Son monturas estándar, de igual graduación para cada ojo, pretendidamente orientadas a un segmento de población con problemas en visión próxima y que nunca han llevado gafas.

Importancia del centrado en las gafas de lectura:

En visión próxima, además del enfoque de la imagen por parte de los ojos (acomodación), también hay un esfuerzo de convergencia de los mismos sobre el objeto de enfoque.

Si el centro óptico es el punto de la lente, mirando a través del cual conseguimos la máxima nitidez y confort visual, será necesario montar las lentes de cerca en la montura para que, al producirse la convergencia de los ojos al mirar en visión próxima, sus centros ópticos coincidan con las pupilas respectivas.

Esto sólo se puede hacer bien si, al revés de lo que sucede con las «gafas de lectura«, previamente al montaje de los lentes graduados en la montura se mide la distancia del centro de cada ojo al plano medio del rostro de cada persona.

A este valor se le conoce como «distancia nasopupilar» (pupila-nariz) y a la suma de las distancias «nasopupilares» del ojo derecho y del izquierdo, «distancia interpupilar» (entre pupilas).

Las gafas de lectura infravaloran este importante requisito, recurriendo a un centraje más o menos estándar respecto a la distancia interpupilar y prescindiendo totalmente de la consideración de las distancias naso-pupilares.

Los cristales en las gafas de vista:

De cualquier material transparente puede hacerse una lente, el problema en todo caso será si el material usado es el adecuado para su aplicación a la óptica oftálmica.

Igual que un tipo de material óptico de mala calidad usado en la fabricación de una lente puede afectar a la agudeza visual, también un diseño inadecuado de la curvatura de sus superficies puede crear distorsiones y pérdida de calidad de la imagen percibida.

Las lentes ópticas deben seguir un cuidadoso proceso de fabricación, desde la selección del material con mejores propiedades ópticas, a su posterior transformación en una lente oftálmica de acuerdo con complejos y rigurosos cálculos para ofrecer una buena visión al usuario, sin otras modificaciones de la realidad percibida que las estrictamente necesarias por el tipo de graduación requerida.

Las lentes de las monturas de lectura son un ejemplo de mala calidad óptica, destacando especialmente aquellas que van «integradas» en el conjunto de la montura.

Importancia de la montura:

Al margen de la calidad del material, un aspecto particularmente negativo de las monturas premontadas es su diseño.

Las «patillas» («varillas») parten del frente de la montura prácticamente sin darle inclinación, de esta forma al mirar de cerca se induce un molesto «astigmatismo» por falta de perpendicularidad entre la dirección de la mirada y la superficie de las lentes.

Otro problema habitual corresponde a la zona de apoyo sobre la nariz («puente») de las gafas de lectura.

Al tener una medida única, si el puente queda demasiado estrecho o demasiado ancho no hay nada que hacer, salvo aguantar las molestias de unas gafas que acaban «dejando huella» en la nariz del usuario.

¿Y la graduación es importante?

Las lentes de las gafas de lectura no tienen en cuenta para nada la diferencia de graduación entre un ojo y otro, los astigmatismos o los problemas de convergencia de los ojos.

Incluso la misma graduación de cerca la busca el mismo usuario por tanteo, probando y reprobando gafas hasta encontrar la que parece que va mejor, como se hacía antiguamente en los pueblos.

Conclusiones:

Además de las consideraciones expuestas, la adquisición de unas gafas de lectura, por parte de la persona que empieza a ver mal de cerca, acaba por sustituir un examen visual necesario y obligado por parte del especialista, a partir de la disminución de las capacidades visuales.

Una buena visión va más alla del hecho de ver claro, además ha de ser operativa, eficaz y rentable.

Todas ello sólo se puede conseguir a través de un examen visual previo y su correspondiente prescripción en unas gafas bien adaptadas, equipadas de lentes de calidad con su centraje específico y dotadas de la graduación necesaria para cada ojo, según las características del problema visual del sujeto y de acuerdo con sus necesidades visuales.

Las gafas de lectura olvidan estos importantes requisitos y el usuario de las mismas, feliz en su aparente victoria frente a la visión borrosa, no le queda ocasión de comparar como vería, en el sentido que damos a «ver», con unas gafas correctamente adaptadas a su visión.